El pasado 30 de Octubre fallecía en Montevideo, Uruguay, el cantautor Daniel Viglietti, referente fundamental de la canción latinoamericana. Tres días después de su muerte nuestro compañero Andrés Renna escribía un artículo para el Semanario Brecha evocando su trabajo junto al artista, abordando la faceta de hombre de radio que también era Viglietti.

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Hay golpes en la vida, tan fuertes…¡Yo no sé!
César Vallejo

Fue en una tarde del año 1994 que recibí la llamada telefónica  de Daniel Viglietti. Lo habia conocido fugazmente  tres años antes en medio de una entrevista que me hacía como militante estudiantil  la querida periodista Graciela Salsamendi para su programa Testimonios.  En el teléfono Daniel me cuenta que era factible que su programa Tímpano volviera a salir al aire en Uruguay y que había pensado en mí porque necesitaba  a una persona que colaborara con él.  Me volvería a llamar si se concretaba.

No fue hasta mayo de 1996 que entré por primera vez a su apartamento de la calle Andes y creo que sentí algo parecido a lo que vivió Daniel de niño en su casa de Sayago. Allí vivió la poeta Delmira Agustini y había un cuarto con los objetos personales de la poetisa. Aquel sitio era mágico para los ojos de un niño, y aquel apartamento era mágico para mis ojos de joven. En la sala,  repleta de estanterías, la mesa con la consola, reproductores, grabadores,  grabaciones , discos, cassetes, Cds, libros y montañas de diarios,  comenzaba una nueva etapa de Tímpano en la Radio El Espectador y un nuevo mundo se me abría ante mis ojos y tímpanos.
Era un hogar radio, un hogar música, un hogar archivo, de voces entrañables, dignas, golpeadas, firmes y alegres.
Yo admiraba a Daniel por su obra musical y su compromiso pero allí conocí al hombre de radio, al periodista, a su otra faceta de comunicador que vivía tan intensamente como su condición de artista.

Y en incontables tardes Daniel me fue contando su larga trayectoria radial, entre otras tantas historias. Sus comienzos como locutor en la radio del SODRE a finales de los 50, su programa Nuevo Mundo en los 60, que fue prohibido por el régimen de Pacheco Areco, el programa 11,12, antes del golpe de estado,  en Radio Universal, realizado junto a Coriún Aharonián, en el que ambos utilizaron seudónimos para poder emitir. Después en el exilio nació La música del tercer mundo para la Radio Popular de Valencia y posteriormente para la Radio Nacional de España, Radio Francia, y la  SWR de Alemania. Ya en los años 80  produjo trabajos para Radio Sandino, en Nicaragua, Radio Habana, en Cuba y creó el programa Uno por radio para Radio Educación de México. Finalmente en 1984 nació Tímpano, que comenzó en Radio Belgrano de Argentina y tras su regreso a Uruguay comenzó  a difundirse en Emisora del Palacio hasta el año 1991. Tras una pausa de tres años en el dial uruguayo Timpano tuvo un breve pasaje en FM  Sarandí Satelital para finalmente, en mayo de 1996, afincarse en  El Espectador hasta nuestros días (además de irse multiplicando con emisiones paralelas en México, Venezuela, Argentina, Chile y Francia).

En aquellos años iniciales de mi labor junto a Daniel una de sus preocupaciones fundamentales era organizar el archivo de entrevistas , que fue gestando desde los años sesenta, las grabaciones de sus recitales, su archivo de prensa, y organizar y sistematizar su discoteca. Y lo fuimos haciendo juntos y me dio el privilegio de escuchar gran parte de su archivo cultural y sonoro. Horas y horas escuchando sus entrevistas, digitalizandolas, sus cientos  discos y Cds. La lista es casi infinita. Músicos, artístas plásticos, escritores, luchadores sociales, psicoanalistas, periodistas, poetas, personajes anónimos.  Historia y memoria de nuestro tiempo.
Cada vez que Daniel se iba de gira al exterior, o pasaba por Francia para ver a su hija Trilce, volvía con nuevas entrevistas o traía parte del archivo que todavía tenía en su casa de exilio en París. Yo lo esperaba impaciente e imaginaba con qué me iba a sorprender. Tomar una vieja cinta para el reproductor Revox y escuchar a Julio Cortázar, a Pete Seeger durante su gira en EEUU, sus largas charlas con Atahualpa Yupanqui, con los Parra, con el pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín. Sus regresos de España con sus entrevistas a Joan Manuel Serrat, Raimón, Luis Eduardo Aute, Marcos Ana, María del Mar Bonet. O de México y sentir la voz de Juan Gelman, Amparo Ochoa y Judith Reyes, o de Cuba las voces de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noél Nicola, los hermanos Feliú, Nicolás Guillén;  o de Brasil con Chico Buarque, Edú Lobo, Dorival Caymmi, Sebastiao Salgado, Augusto Boal; o de Argentina con Hebe de Bonafini, León Ferrari, Teresa Parodi, Antonio Tormo; y también de Uruguay, sus entrevistas con el Choncho Lazaroff, Leo Maslíah, Mariana Ingold, Idea Vilariño, el Tola Invernizzi, Atahualpa del Cioppo, Octavio Podestá,  Chola Elizondo y por supuesto Alfredo Zitarrosa, José Carbajal, Eduardo Galeano, Mario Benedetti, Coríun Aharonián y Graciela Paraskevaídis, entre tantos y tantos otros. Tener que hacer ese trabajo fue un verdadero privilegio y una fuente de aprendizaje que le agradeceré toda mi vida. El valor cultural del archivo sonoro de Daniel es incalculable y seguramente se encontrarán los mecanismos para que las nuevas generaciones puedan acceder a esas voces.  No sólo por la trascendencia de los entrevistados y entrevistadas  que son parte de nuestra historia y del acervo cultural latinoamericano, sino también por lo gran entrevistador que es Daniel,  la confianza que tejía con sus interlocutores, su respeto de por la acción y la obra de los creadores y luchadores sociales. Un arte nada fácil pero que Daniel lo lograba con creces.

Hacer un Tìmpano no era una tarea fácil y Daniel era muy profesional, conciente además de lo que significaba su labor como comunicador.  Muchas veces pasábamos varias horas para lograr los 30 minutos de duración de cada Tímpano. Si el programa era con un entrevistado, había que escuchar la entrevista entera, elegir los fragmentos que se iban a utilizar, elegir las músicas, muchas veces en forma fragmentada, en dónde cortar, cómo unir la palabra y la música, si directamente o con una introducción, o también cuándo incluir paisajes sonoros.  Cuando Daniel terminaba el guión comenzabamos a grabar y a editar. Daniel dificilmente improvisaba, elegía cada palabra, cada imágen que quería transmitir. Para el final quedaba la ficha técnica de lo que se había escuchado durante el programa. En eso Daniel era de una rigurosidad extrema. Y si tenía alguna duda que no podía resolver llamábamos a Coriún Aharonián que siempre daba el aporte exácto. Le daba un gran valor a la obra que se emitía, a los autores, a los intérpretes.

Estuve 11 años trabajando al lado de Daniel, al lado de su compañera Lourdes Villafañe, hasta que me radiqué en Friburgo, Alemania. En Montevideo quedó trabajando para él Efráin Molina, nieto de nuestro payador Carlos Molina, que continuó la tarea de asistencia técnica en Tímpano.

Tuve la suerte de verlo este año en Berlin junto  a Lourdes, en un recital a sala llena en la celebración de los 70 años del diario alemán Junge Welt, sin pensar que iba a ser la útima vez que lo iba a abrazar.

Hasta siempre Daniel.

Andrés Renna

* Publicado en el Semanario Brecha de Uruguay  el  03-11-2017. Enlace original.